ASI MATA LA GRIPE ESPAÑOLA


La gran epidemia del siglo XX ha mantenido muchos interrogantes durante años. En 2005, ante la falta de muestras de tejidos de pacientes infectados en 1918 por la gripe española, los científicos del Laboratorio Nacional de Microbiología de Canadá exhumaron el cadáver de una víctima de la epidemia. El cadáver se había preservado en perfecto estado al encontrarse enterrado en un terreno congelado de Alaska. Gracias a este cuerpo pudieron obtener el material genético necesario para recomponer la estructura del virus H1N1.


No solo reconstruyeron el virus, sino que se lo infiltraron a un grupo de monos que mostraron los primeros síntomas de la enfermedad tras veinticuatro horas de exposición al virus. Los pulmones de los monos infectados se destruyeron en pocos días. Los investigadores se vieron obligados a sacrificar a estos animales ya que si no lo hubiesen hecho los monos se habrían ahogado, literalmente, en su propia sangre, como ocurríó con tantos soldados en la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, se comprobó que no era el virus el que causaba el daño a los pulmones, sino que sucedía por la respuesta del sistema inmunológico a la infección, que es la que verdaderamente daña estos órganos vitales. La gripe española, activa una respuesta continuada y fuera de control, capaz de causar hemorragias y graves problemas respiratorios.